jueves, 26 de noviembre de 2009

Maestros

8 y media de la mañana de un día cualquiera de la semana.

Suena el timbre y cientos de chicos y sus flotantes hormonas inundan los pasillos del instituto con una energía casi sobrehumana.


Detrás, una servidora los sigue con ojos cansados y ojerosos, pero llena de curiosidad. Cada día me pregunto -y les pregunto- qué les habrán dado de desayunar, de dónde sacarán tanta energía.


Cruzo ese pasillo lleno de gritos, risas, abrazos, complicidades, odios y frustraciones, e intento recordarme a mí misma.


Muy diferentes.... o quizás no tanto.


Abro la puerta de mi aula, y por allí van desfilando los más variopintos personajes.


Esto no es "Física o Química" ni "Al salir de clase", pero cada día que pasa me confirma que la realidad puede superar muchas veces la ficción.


Entran, se sientan, y te miran con recelo. Intentan averiguar en milésimas de segundo si eres otro más que les defraudará, o si por el contrario, podrían confiar en ti. Yo les miro, y trato de averiguar qué se esconde tras esas miradas recelosas.


Poco a poco, comienzan a hablar y te das cuenta de que no están acostumbrados a hacerlo, o al menos a que se les escuche. Se encuentran en una especie de "limbo de edad": son demasiado jóvenes para ser tenidos en cuenta, pero demasiado mayores para que uno se pare a atenderlos y a escuchar sus problemas.


Y en esas pequeñas conversaciones, una puede sacar miles de cosas que ningún test es capaz de medir: oyes sus gustos, sus miedos, sus preocupaciones, sus quejas, sus angustias, sus temores, sus alegrías, sus penas...


Y en esos momentos, pienso que la figura del maestro no está del todo perdida. Que no somos meros ejecutores de un sistema educativo que no se adapta a ellos y que muchas veces los tiene en el olvido.


Y a una se le parte el corazón viendo cómo tiran la toalla tan pronto, escuchando cómo se sienten abandonados por sus familias o maestros... por todos esos referentes que se supone que deberían cuidarlos y atenderlos.


Son niños jugando a ser mayores. Y es muy hermoso ver cómo de vez en cuando se comportan como niños que son... y tremendamente doloroso ver cómo se vuelven -o les vuelven- mayores antes de tiempo.


Pero sin lugar a dudas, lo más reconfortante, es el agradecimiento que muestran simplemente por ser escuchados, por prestarles la atención que ellos merecen, y que tratan de devolver... a su manera.


Que no se pierda la figura del maestro, por favor.


En esos tiempos que corren, hace mucha falta.

5 comentarios:

Gretel dijo...

Sólo con leer esto, me doy cuenta de que aunque la oposición sea una losa sobre tu espalda... has de seguir. Has de ser maestra.

Yes, you can!!

Anónimo dijo...

jajaja parece un relato de terro: escúchalos, huele su miedo...

jajaj

Anónimo dijo...

ah, soy yaiza petarda

iriana dijo...

Menos mal que hay gente que se para a escucharlos, a hacer bien su trabajo... Y si "galeguiña" dice yes! You can!... Es sin lugar a dudas, y x experiencia personal... K yes! You can! Jajaja un bikiño ;)

Silmarwen dijo...

jajajaja!!!! Gracias!!! (A Iriana, a Yaiza no, que es una petarrrrrrdaaaaaaaaaaaaa)