lunes, 12 de enero de 2009

La pera


Mi muy querido médico -ese, que no hace mucho tiempo me llamó hipopótama- acaba de tener otra de sus grandes ideas: durante un día, sólo puedo comer una fruta, la cantidad que quiera, pero sólo una.

Para tan señalada ocasión, decidí escoger la pera, esa picaruela, suave, jugosa...

¡A la mierda!

Son las 8 de la tarde, por lo que llevo unas 20 horas de este horrible día. Mi jugosa pera, la que antaño se mostraba bella y verde, se ha convertido en un monstruo. Ya no puedo mirarla a los ojos sin sentir unas tremendas ganas de llorar.

Y la culpa es mía, por hacerle caso a ese señor (¿será por la bata blanca?)

Me vienen a la memoria aquellas clases de Psicología en las que nos mostraban experimentos en donde las personas hacían todo lo que les mandaban señores vestidos con bata blanca.

¿No debería, entonces, ser consciente de mi error?

¿No debería, pues, luchar ante tamaña muestra de fascismo?

Ains... la cabeza me da vueltas por el hambre....

Mejor lo dejo...

... y me voy a comer una pera.

2 comentarios:

Gretel dijo...

tú sí que eres la pera....

Silmarwen dijo...

¿Va que sí, rapariga?