
Termino de cepillarme los dientes y, sin darme apenas cuenta, me quedo mirándola fijamente a los ojos. Yo sigo viendo a la niña confundida y llena de ilusiones de siempre. Más arrugas, algunas canas y esas bolsas bajo los ojos: me acerco a la "barrera del sonido" de la vida, dicen que a partir de ese instante el tiempo se percibe diferente, la historia se escribe más aprisa, cuesta saborear cada momento porque se te escapa entre los dedos.
No me impresiona el número de primaveras vividas, me pesan las desaprovechadas, esas que sólo volverán en la noche a atormentarme.
Me asusta oír el estruendo de las puertas que se van cerrando a mi paso, ver cómo los caminos se estrechan y se reducen las alternativas.
Los sueños de siempre, esos que antes se sostenían pendientes de una postergada realización, hoy se perciben imposibles y eso hace daño porque resquebraja los cimientos de un eterno peregrinar en busca de sentido. Más que la edad, a estas alturas me entristece que la niña y el adulto separadas por el cristal sigan ansiando tanto un maestro, una mano amiga que las guíe.
Mientras termino de vestirme, le sonrío y le aseguro que si hoy en el aula uno solo de mis alumnos comprende el mensaje y agarra con fuerza las riendas de su propia vida para guiarla con pasión y sin miedo por los senderos que él y sólo él decida, para mí todos estos años de búsqueda habrán merecido la pena.
2 comentarios:
Me alegro de que este espacio no se convierta en un nido de frikadas incomprensibles para todo aquel que no haya visto más de 50 veces El Señor de los anillos.
Me alegro de que sea un espacio para el crecimiento.
Aunque no canto vistoria, la cabra tira al monte...
Mejor por si acaso no cantes victoria, que conmigo ya se sabe... Yo
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